La leyenda de la llorona

En el pequeño pueblo de Xochimilco, vivía una mujer indígena llamada María. Conocida por su gran belleza, cautivó el corazón de un joven caballero español. Su amor parecía eterno y de su unión nacieron dos hijos adorables. Sin embargo, con el paso del tiempo, el caballero comenzó a distanciarse, seducido por las oportunidades y riquezas que le ofrecía su posición.

María, a pesar de sus esfuerzos por mantener unida a su familia, se dio cuenta de que el caballero se había enamorado de una dama de la alta sociedad española. Este descubrimiento la destrozó por completo. La desesperación y la traición la consumieron, llevándola a un estado de locura temporal.

Una noche, María llevó a sus hijos al río, un lugar donde solían pasar tiempo juntos. Pero aquella noche no era como las demás. En un arrebato de furia y dolor, los arrojó a las aguas turbulentas, creyendo que así se liberaría de su sufrimiento. Al ver los cuerpos inertes de sus hijos, el horror de su acción se apoderó de ella. Gritando y lamentándose, corrió por las riberas del río, buscando desesperadamente a sus hijos, pero era demasiado tarde.

María murió de pena y remordimiento poco tiempo después. Sin embargo, su espíritu no encontró descanso. En su lugar, quedó atrapado entre este mundo y el siguiente, vagando eternamente por las riberas de los ríos, llorando y buscando a sus hijos perdidos. Los lugareños la comenzaron a llamar “La Llorona”, por su incesante llanto de “¡Ay, mis hijos!”.

Con el pasar de los años, la figura de La Llorona se convirtió en una advertencia para niños y adultos por igual. Se decía que aquellos que escuchaban su lamento estaban destinados a un destino trágico. Y aunque muchos afirmaban haber visto su figura etérea vestida de blanco, la mayoría evitaba las riberas de los ríos al caer la noche, temerosos de encontrarse con la mujer que lloraba por sus hijos.

La leyenda de La Llorona ha trascendido fronteras y generaciones, convirtiéndose en un símbolo del arrepentimiento, la culpa y el amor maternal llevado al extremo. Su historia sigue viva en el imaginario colectivo, recordándonos los peligros del desamor y la desesperación.

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